Creo que el libro de poemas La masacre de los soñadores es un novela, es un western infernal, un ritual para convertirnos en lo que fuimos sin querer, serpientes o caballos con alas; entonces volvamos a la infancia, cuando solíamos jugar a los vaqueros y a los indios, en esa inocencia no había trasfondos, no pensábamos en el porqué del enfrentamiento, (por cierto yo siempre escogía ser de los indios) las señales de humo y la pipa de la paz tenían un peso, pero éramos otra cosa que ahora descubrimos ante las palabras descarnadas de Juan Velasco.
Toro Sentado venció a Custer, Bufalo Bill a cuatro mil bisontes, eso por supuesto no lo contemplo entre sus méritos, hay mejores cosas por las que uno puede relinchar, luego unidos en un espectáculo (que esperábamos eran gringos) nos damos cuenta también que hay mejores cosas por las que uno pueda aullar como un coyote y es así como esos “american spirits” ya no tienen autoridad para protegernos, ni aunque seamos niños o inocentes o aunque solicitemos invisibilidades que nos son concedidas de vez en cuando, hay mejores cosas por las que uno puede sentirse desierto, (como atravesar un desierto por ejemplo) entonces se empieza a recuperar el sentido y aparece el reclamo y el desahogo:
“Las películas del oeste mienten/ sus héroes están hechos de plástico transparente/ que los busca desde el tiempo de la rueda.”
Coincidentemente en el tiempo de la rueda alguien en una caverna pintaba bisontes,subrayó la coincidencia porque cuando uno como lector retorna en el mismo libro, es decir relee, hace pausas, va a otros libros, razona, ata cabos, siente, se ocupa del asunto, entiende los pretextos pues, entonces los personajes desparecen (se vuelven invisibles) y eso significa que la poesía cumple, porque nos dice quienes somos, nos dice que un ojo nos contempla, nos hace viajar a planetas cotidianos.
Luego la denuncia:
“Hemos depositado la totalidad de la tristeza en los bancos de América/ la palabra da buenos dividendos/ el silencio también se valora en la bolsa/ la expectación gana millones/ Wall Street es una bella noche clavada al pánico de la felicidad.”
Hemos sido descubiertos (por nosotros mismos) ¿que hacer? huir, doblegarnos, ¿hacerle caso a la saliva? ¿comprar mentiras? Lo conducente es encarar, ser respuesta, la masacre de los soñadores es eso: el confesionario de aquel que contando su sueño se salva y nos salva porque encuentra, encontramos la identidad que nos corresponde y si en ese trecho hay inquietudes y pasiones que se confrontan y se convierten en poemas, mucho mejor.
Y por último la esperanza.
“Volver es dulce cuando el desierto se haya evaporado, dicen/ cuando el mar le haya devorado los dientes obscenos.”
Borges con la puntual exigencia que tenía para con la literatura decía que todo libro de versos puede correr tres suertes. 1. puede ser adjudicado al olvido, 2. puede no dejar una sola línea pero si una imagen total de quien lo hizo y 3. puede legar a las antologías unos pocos poemas, y yo con mi puntual elocuencia para con la poesía digo que no son las suertes “que puede” correr, sino las que corre y que no son tres sino tantas como lectores tenga, la masacre de los soñadores por supuesto que no se adjudicará al olvido, porque aquí el lector se ve como un suceso más en el libro, (estábamos atrapados pero nos custodiaba la esperanza) es decir: hay complicidad, ya que existe un sentido de representar desde el interior lo significativamente humano, -ese es el mandato del que poetiza- el autor lo sabe y se aventura a un diálogo de inmensidad y llamas y eso nos enciende, nos ilumina, nos llama.
Si quieres leer mas: http://www.coleccionconjurados.es/MASACRE/index.htm