Dice un proverbio chino que “la experiencia del pasado, si no cae en el olvido, sirve de guía para el futuro”, eso lo han aprendido diferentes comunidades en el oriente de El Salvador, pero muy poco los gobernantes. Los habitantes de zonas como el Bajo Lempa, en el departamento de Usulután, han entendido ciertas lecciones tras vivir inundaciones en cada estación lluviosa durante muchos años. En esta área, las casas se edifican sobre bases de más de un metro, en los techos se guardan pequeñas balsas y las comunidades, con el apoyo de alguna ONG, mantienen un plan de emergencia. Medidas básicas, que mientras brilla el sol alguien ajeno a la zona resta importancia, pero de vital importancia ante la amenaza de lluvias intensas.
La naturaleza no siempre es compasiva, intensas lluvias sobre zonas vulnerables pueden provocar grandes desgracias. Tal como sucedió con paso de la depresión tropical el mes pasado. La lluvia arrasó con varias zonas y nuevamente el Bajo Lempa vivió días de zozobra y destrucción. La depresión tropical dejó daños en 180 municipios (el 70% de El Salvador), 56,000 personas fueron llevadas a refugios y 34 personas murieron a causa de las inundaciones y deslaves. El gobierno salvadoreño calcula que las pérdidas materiales alcanzan los US $840 millones. El informe oficial de los daños asegura que el país no había sufrido “un acontecimiento de este tipo en los últimos 40 años”.
Demasiada tragedia para un país tan pequeño y vulnerable. Con más de la mitad del país golpeado, la atención en el Bajo Lempa –donde las inundaciones se esperan cada año- se reduce a casi nada. No porque este año hayan tenido mejor suerte, sino porque es fácil desatender a quien se presume es más experimentado. Tras un par de semanas, de los damnificados por las lluvias poco se habla incluso en el mismo El Salvador. Pero el silencio no quita la pena de ese mundo olvidado. En zonas como el Bajo Lempa, los campesinos siguen intentando rescatar lo poco que queda, siguen contemplando las cosechas anegadas y siguen con muy poca ayuda, pero intentando organizarse para salir adelante.
Como si fuera poco al perro flaco siempre se le pegan todas las pulgas. El estancamiento de agua se convierte en foco de muchas enfermedades infecciosas como diarreas, enfermedades respiratorias, afecciones cutáneas, etc.
Pero en los últimos días, Usulután ha vuelto a atraer la atención de los medios por razones sanitarias más complicadas, el ministerio de Salud confirmó la primera muerte por leptospirosis (infección bacteriana grave y poco común provocada por la bacteria leptospira). Las autoridades de Salud confirmaron la muerte de un joven de 18 años que colaboró fuertemente en las labores de evacuación de personas en riesgo en su comunidad durante el desastre provocado por las lluvias. Presumiblemente en esas labores habría contraído la bacteria que provocó su muerte. Tras esta lamentable noticia la zona ha vuelto a la vista pública, pero esto no se traduce necesariamente en ayuda a todos los afectados por las lluvias. Existen ONG trabajando en la zona, pero ante las grandes necesidades los esfuerzos aún no son suficientes. Ante un país devastado, la zona de las eternas inundaciones queda olvidada. La falta de obras de prevención en las orillas del río Lempa y la mala regulación de las descargas de la represa garantizan que el próximo invierno las inundaciones se repitan y por unos días se recuerde a esas tierras olvidadas.
Clara Villatoro
Periodista
ProgramaVelasco.org